Urania. No le habían hecho un favor sus padres; su nombre daba la idea de un planeta, de un mineral, de todo, salvo de la mujer espigada y de rasgos finos, tez bruñida y grandes ojos oscuros algo tristes, que le devolvía el espejo. ¡Urania! Vaya ocurrencia.Felizmente ya nadie la llamaba así, sino Uri, Miss Cabral, Mrs.Cabral o Doctor Cabral.Que ella recordara,desde que salió de Santo Domingo (“Mejor dicho, de Ciudad Trujillo”, cuando partió aún no habían devuelto su nombre a la ciudad capital), ni en Adrian, ni en Boston, ni en Washington D.C.,ni en New York, nadie había vuelto a llamarla Urania,como antes en su casa y en el Colegio Santo Domingo,donde las sisters y sus compañeras pronunciaban correctísimamente el disparatado nombre que le inflingieron al nacer.¿Se le ocurriría a él, a ella? Tarde para averiguarlo, muchacha; tu madre estaba en el cielo y tu padre muerto en vida.Nunca lo sabrás
Una mujer vuelve tras más de cuarenta años de silencio a su casa, salió huyendo a los 14 años de una sociedad enferma por el dictador y su corte; Urania es hoy una ciudadana libre en un mundo occidental, pero un suceso no ha abandonado su mente y la impide disfrutar plenamente de su éxito. En paralelo los últimos días de Trujillo y el atentado que provocó su fín.
Vargas Llosa tiene ya su estilo definido, engancha al lector y esa atención no decae durante las más de 500 páginas.