mercredi 27 novembre 2019

En medio del tiempo J.A. Carrera

Fascinado por Manhattan, donde vuelve año tras año y por el paso del tiempo que cambia el aspecto de la ciudad, Carrera quiere plasmar en sus fotografías un testimonio de la realidad que desaparece. Cada foto lleva como único título el lugar donde fue realizada. Todas, menos una, en Manhattan. Las imágenes de la muestra fueron tomadas en dos tiempos, que se relacionan con los tres ámbitos de la muestra: entre 1993 y 1996, en blanco y negro y con gran angular, muestran el lugar que ocupa el hombre en la ciudad; entre 2009 y 2014, con planos más cortos y un espacio más íntimo, en imágenes a todo color. A este período pertenece también la serie nocturna (tercer ámbito de la exposición), con fotografías digitales que dejan que la noche, junto con las luces de la ciudad, permita adentrarse en el interior de los retratados, allí donde la cámara ve lo que no se había apreciado antes.
En la mayoría de las fotografías aparece una persona, a pesar del gentío que pasea por las calles, aísla al personaje para buscarle una intimidad en el espacio público. Las fotos no son amables, nadie sonríe. Tampoco hay humor en la composición, son personajes mudo. A veces la cámara capta lo que el fotógrafo no ha visto. En los primeros planos sin decorado, impersonales, el autor pide permiso.
Video del autor

mercredi 20 novembre 2019

El monarca de las sombras J. Cercas

Se llamaba Manuel Mena y murió a los diecinueve años en la batalla del Ebro. Fue el 21 de septiembre de 1938, hacia el final de la guerra civil, en un pueblo catalán llamado Bot. Era un franquista entusiasta, o por lo menos un entusiasta falangista, o por lo menos lo fue al principio d ela guerra: en esa época se alistó en la 3ª. Bandera de Falange de Cáceres, y al año siguiente, recién obtenido el grado de alférez provisional, lo destinaron al Primer Tabor de Tiradores de Ifni, una unidad de choque perteneciente al cuerpo de Regulares. Doce meses más tarde murió en combate, y durante años fue el héroe oficial de mi familia.
Intento de rescatar el pasado de Manuel Mena, para regalárselo a su madre, para contar el héroe franquista que le avergüenza,  para que su herencia no se pierda. Sorprende la extraordinaria búsqueda de información que ha realizado, la asepsia del narrador. Triple perdedor este niño enviado a la guerra por adultos asesinos, hubiera preferido no ser el héroe de su familia, no tener una calle en su pueblo ya haber vivido.

lundi 11 novembre 2019

Requiem pour L. Platel/Cassol

Música: Fabrizio Cassol, a partir del Requiem de Mozart
Dirección y escenografía: Alain Platel
Dirección musical: Rodriguez Vangama
Interpretación: Rodriguez Vangama (guitarra y bajo eléctrico), Boule Mpanya, Fredy Massamba, Russell Tshiebua (voces), Nobulumko Mngxekeza, Owen Metsileng, Stephen Diaz/Rodrigo Ferreira (voces líricas), Joao Barradas (acordeón), Kojack Kossakamvwe (guitarra eléctrica), Niels Van Heertum (bombardino), Bouton Kalanda, Erick Ngoya, Silva Makengo (likembe), Michel Seba (percusión). Duración 1h30
Espectáculo donde la música de Mozart y los cantos africanos se conjuran para afrontar el último viaje. Acompañados de las imágenes de la muerte de Lucie,  admiradora del trabajo de Platel que luchó en los años 80 por la legalización de la eutanasia en Bélgica y permitió que el creador la grabara mientras fallecía. Había decidido no luchar contra una enfermerdad incurable y optó por una muerte programada, con ayuda de paliativos
Platel (Gante, 1956) recalcó que Requiem pour L. es “una celebración de la vida”. La música de Mozart, dijo, es el origen del espectáculo junto con una conversación que tuvieron él y Cassol sobre la muerte. “Quisimos hacer algo sobre cómo afrontarla y el Réquiem nos ofrecía una puerta abierta”. Explicó que han pretendido crear “otra ceremonia del duelo, un nuevo ritual” a partir de la misa de difuntos de Mozart y de tradiciones musicales africanas interpretadas por unos artistas del continente que viven la muerte de otra manera, con una enorme vitalidad desconocida en Europa pero que se corresponde con la música luminosa de Mozart.

vendredi 8 novembre 2019

Il cielo non è un fondale Deflorian/Tagliarini

Texto y dirección: Daria Deflorian y Antonio Tagliarini
Interpretación: Francesco Alberici, Daria Deflorian, Monica Demuru, Antonio Tagliarini
VO en italiano con subtítulos.
Duración 1h30

Testigos contemporáneos de la vida en la ciudad, confrontando lúcidamente el espacio cerrado del teatro con el mundo exterior, Daria Deflorian y Antonio Tagliarini describen con precisión las tensiones del espacio urbano. El escenario alberga un diálogo entre lo que somos dentro y fuera, entre el espacio ficticio del escenario y el espacio real exterior. Es también albergue para las preguntas: "Cuando estamos en casa y llueve fuera, ¿qué pensamos del hombre que está bajo la lluvia? ¿Cómo podemos no preguntarnos hoy sobre los flujos migratorios de decenas de miles de personas que abandonan todo lo que tenían para escapar de una situación impensable, la guerra, la miseria? ¿Cómo hacerlo desde nuestro pequeño y afortunado punto de observación?".

lundi 4 novembre 2019

El último barco D. Villar

La mujer alta dejó de leer, se tumbó boca arriba y notó que le vencía el sueño. Incluso con los ojos cerrados, sentía el destello del sol en los párpados. Le gustaba la soledad de aquella playa en la que podía pasar las horas sin otra compañía que el libro, el rumos de las olas y el canto de las aves que tenían su nido entre las dunas.
Aún no se había dormido cuando creyó percibir una risa de niño. Se incorporó y vio la sombra de un pájaro que se movía en la arena. Levantó la mirada y lo vio pasar planeando con las alas muy quietas. Detrás, con los brazos levantados como si pudiese alcanzarlo, había llegado corriendo el chiquillo. Se había detenido al descubrirla entre las dunas y ahora la miraba fijamente con sus grandes ojos oscuros. Tendría unos ocho años y solo llevaba puesto un traje de baño verde mar. En el lugar en el que debía estar su mano izquierda no había más que un muñón.

El último barco, en sus más de setecientas páginas, nos trae un nuevo caso de Leo Caldas, el inspector de policía de Vigo, ambientado en la Escuela de Artes y Oficios. A través de los diálogos se van presentando los distintos personajes que aparecen perfilados, a veces solo intuidos, en sus palabras, en sus gestos, en silencios y miradas, incluso en el tono que emplean, mostrado todo ello con una certera habilidad literaria.
Destaca aquí el enigmático Camilo, un joven impenetrable cuyos silencios, extraños balanceos y un don especial describen sus peculiaridades personales, contradictorias y quizá claves en la investigación.
El vagabundo que mendiga apostado con su perro, testigo de mucho más que el deambular de los transeúntes, y que acostumbra a ofrecer breves enseñanzas de latín a cambio de unas monedas.
El impulsivo y malhumorado agente Estévez, ayudante del inspector Caldas, con su fondo de bondad, al que se le hace difícil comprender el carácter indeciso de los gallegos.
El padre de la chica desaparecida, el fotógrafo y naturalista inglés, un viejo pescador amante de los jilgueros, los profesores de la escuela, el comisario, el locutor sin escrúpulos… componentes, junto a otros muchos secundarios fundamentales, de un paisaje humano muy ligado a la tierra en que se desarrolla la historia.
La crueldad en esta novela negra queda fijada en los prejuicios, en la hipocresía, la mentira y el engaño; en el encubrimiento de la degradación humana bajo una apariencia de normalidad.
Novela redonda, alejada siempre de rebuscados artificios literarios que se devora en un fin de semana.