La exposición propone una relectura del concepto de «esperpento», desarrollado por Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) en la década de 1920. El dramaturgo concibió el esperpento como una reacción a una sociedad española en crisis, atrapada en el pasado, que sólo puede representarse mediante la deformación grotesca. A través de un enfoque coral, el esperpento se revela, más allá de lo literario, como un núcleo de pensamiento estético que ofrece una nueva perspectiva para comprender la realidad, proponiendo una lectura del siglo XXI a la luz de los eventos del siglo XX.
La exposición se organiza en ocho secciones, con títulos inspirados en obras clave de Valle-Inclán. El recorrido inicia con una genealogía del concepto de esperpento, donde se muestra una selección de la prensa satírica más relevantes de finales del siglo XIX, pinturas y dispositivos ópticos populares que fueron un antecedente de las técnicas de deformación.

Uno de los momentos destacados es la sección Tablado de marionetas, que conecta las farsas de Valle-Inclán con el teatro de marionetas, donde la metáfora de los seres humanos como peleles controlados por fuerzas ocultas adquiere gran relevancia. La reconstrucción del Teatro dei Piccoli, que inspiró al autor, es, tal vez, uno de los puntos culminantes de la muestra. El esperpento alcanza su máxima expresión en obras como Luces de Bohemia (1920), donde el protagonista Max Estrella afirma que los héroes clásicos reflejados en espejos cóncavos dan origen al esperpento, es decir, una estética deformada que representa la vida trágica de la España de su tiempo. En esta sección, se explora la tensión entre el individualismo bohemio y el colectivismo anarquista, reflejada en las obras de artistas como María Blanchard y Antonio Fillol.
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El carnaval es otra de las metáforas fundamentales del esperpento. La exposición lo presenta como un espacio de subversión de las convenciones sociales, donde lo grotesco y lo cómico se entrelazan. A través de obras y fotografías de la época, se destaca cómo el carnaval se convierte en un escenario de resistencia política y estética.
La sección final está dedicada a las obras narrativas de Valle-Inclán escritas en un contexto de creciente fascismo, como Tirano Banderas (1926), que critica el imperialismo y los regímenes despóticos. En esta sección se exhiben piezas como El tirano (1947) de José Clemente Orozco, cuyo retrato del tirano resuena con las denuncias de Valle-Inclán sobre el poder opresivo.