Titus Andronico Shakespeare
«Tras diez años de guerra, Tito Andrónico regresa al fin a Roma,
victorioso y con la reina goda Tamora y sus tres vástagos como
prisioneros. Después de sacrificar, tal y como ordenan los ritos
sagrados, al mayor de ellos, Tito solo aspira a buscar tranquilidad y
reposo, pues bajo su duro gesto de general triunfante, vive también un
hombre con el alma fatigada por la dureza de la contienda y la temprana
muerte de la mayoría de sus hijos. Solo cinco quedan a su lado y, entre
todos ellos, no puede disimular su devoción por Lavinia, en quien ve la
esperanza de un futuro que quizá pueda escapar a la violencia que lo ha
acompañado a lo largo de su vida.
Poco durará, sin embargo, la calma: enseguida se verá obligado a
interceder en las intrigas políticas entre Basiano y Saturnino, dos
hermanos enfrentados por su derecho a la corona del Imperio. El voto de
Tito a favor de Saturnino precipitará una cadena fatal de hechos que
convergerán, siempre, en un instinto tan universal como peligroso: la
venganza».
La escenografía de Juan Sebastián Domínguez es sosa; pues el espacio está un tanto desangelado alrededor de los versátiles cajones que sitúa en el espacio, a pesar de la iluminación. el vestuario moderno trajes de caballero, con unos abrigos hasta los pies, son un sinsentido. Desde luego, los guiños humorísticos resultan un tanto ridículos (la mascarilla al besarse), las muertes sucesivas derivan en farsa y las risas de los espectadores estallan. Floja