Avanzaba lentamente la tarde y en el castillo de Monterroso, desdibujado por la niebla, todo el mundo aguardaba expectante la llegada del cortejo regio. Estaba la fortaleza por aquel entonces bajo el gobierno del noble más importante de Galicia, el conde Fernando Pérez de Traba, gran devoto del apóstol Santiago.
La servidumbre al mando de la dueña Teodomira había trabajado afanosamente durante semanas para que el orden y la limpieza brillaran en todas las dependencias de la fortaleza, especialmente las reservadas para el alojamiento del príncipe.
La novela arranca en la infancia del los
hermanos Fernando y Sancho, hijos del emperador Alfonso VII. Como era
costumbre en la época en sus circunstancias, los hermanos son criados
por familias nobles cercanas al Rey. El príncipe Fernando, futuro rey de
León, crece bajo la tutela del Conde de Traba en el Castillo de
Monterroso, Galicia. Allí crece junto a la hija del conde, Teresa,
relación que marcará el futuro de Castilla. Teresa constituyó su primer
amor, su refugio y consuelo de infancia.
Fernando es llamado, junto
con Sancho por orden de su padre. El emperador Alfonso VII reúne a toda
su corte para comunicarles una decisión trascendental. A su muerte, el
reino quedaría dividido entre sus hijos, dejando a Sancho, su reflexivo y
débil primogénito, el reino de Castilla; y a Fernando, su impulsivo
hijo menor, la corona de León.
Con este reparto de territorios que no
contentaba a nadie, comienza un enfrentamiento entre las familias más
relevantes: los Castro y los Lara. Fernando se mostrará más cercano a
los Castro mientras que Sancho se declinará por los Lara.
Sancho se
casa con Blanca de Navarra mientras que Fernando permanece soltero. En
emperador Alfonso VII muere en una contienda contra los almohades en
Almería comenzando así una lucha abierta entre los hermanos, lo que
significada la fractura total del reino.
Blanca muere consecuencia de
un parto complicado del que no llega a recuperarse y Sancho haría lo
propio apenas tres años después en extrañas circunstancias, dejando a un
rey que aún no ha cumplido los cuatro años de edad huérfano frente a su
tío, sin descendiente aún.
Sancho dispuso que, a su muerte, la
custodia del niño pasara a los Castro mientras que la regencia del reino
quedaba en manos de los Lara. Esta situación es muy delicada y los Lara
intentan que el niño-rey no caiga en manos del malévolo Fernán de
Castro, muy alineado con el tío del pequeño, Fernando.
El
enfrentamiento de ambas familias por el niño-rey se recrudece hasta el
punto de que Fernando reclama la custodia de su sobrino pactando la
entrega en Soria. Algo que nunca sucede, quedando el niño finalmente a
cargo de Nuño de Lara que estaba casado con Teresa, hija del conde de
Traba y compañera de infancia del rey de León Fernando.
Nuño de Lara criará al niño rey y asumirá la regencia del reino de Castilla hasta la mayoría de edad del rey Alfonso VIII.
La novela es un relato histórico donde
los personajes están muy desarrollados. Las grandezas y las miserias de
sus protagonistas nos acompañan durante todo la historia.
Cuando la
reina Leonor viaja para encontrarse con Alfonso conoce a Raquel y ambas,
amante y esposa de Alfonso, se hacen amigas. Y llega acompañada de una
monja que resultará ser la hija bastarda y clandestina del antiguo rey
Sancho de Castilla.
Teresa es, sin duda alguna, la verdadera
protagonista de la novela. Una auténtica reina de Castilla en la sombra.
Es el eje alrededor del cual se construyen y fluyen los
acontecimientos.
Los personajes femeninos se imponen en protagonismo
al de los hombres. Teresa y Cecilia son fundamentales, pero hay otra
muchas mujeres que marcan el destino de los hombre, de los reyes, de los
reinos.
Personajes de gran relieve como la judía Raquel la Fermosa,
la dueña Teodomira, la monja Dorotea… dotando así a la novela de pasión,
drama, amor y desamor. Una combinación perfecta para mantener al lector
en vilo.