lundi 14 novembre 2022

Julio González, Pablo Picasso y la desmaterialización de la escultura

¿Cómo dar forma a la nada?, se preguntó Picasso cuando le encargaron realizar un monumento que conmemorara a su amigo Guillaume Apollinaire tras su fallecimiento en 1918. Esta cuestión, a la que el artista no daría respuesta hasta casi diez años más tarde, fue inspirada por un pasaje de Le Poète assassiné , una novela más o menos autobiográfica del escritor en la que el protagonista anunciaba su propia muerte. Cuando el poeta Croniamantal —que no es otro que Apollinaire— muere, «El pájaro de Benin» —que encarna a Picasso— anuncia que va a erigirle una estatua. «¿Una estatua de qué? —pregunta Tristouse, la novia del difunto—. ¿De mármol? ¿de bronce?» «No —contesta El pájaro de Benin—, tengo que esculpirle una profunda estatua de nada, como la poesía, como la gloria…»

Picasso, que conocía el trabajo de González, sabía que éste había estado investigando sobre la escultura metálica como evolución natural de su oficio como orfebre, y, sin duda, fue este hecho el que hizo que, cuando hubo de contestar a la pregunta formulada al comienzo de este epígrafe, llamara a su viejo amigo para que le ayudara. Lo primero que pensó Picasso fue en hacer una jaula, pues —como refiere Tomàs Llorens en uno de sus escritos sobre este episodio— «las jaulas dan forma al aire. Lo encierran sin encerrarlo, porque no hay nada más libre que el aire en una jaula».


La colaboración entre González y Picasso, amigos desde los tiempos de la Barcelona modernista, comenzó en septiembre de 1928. El proceso de trabajo conjunto se fue dilatando en el tiempo y finalmente no llegó a materializarse, al menos no de la manera prevista, por las continuas diferencias con el comité, que esperaba un monumento conmemorativo de carácter tradicional. A pesar de esto, sí que dio sus frutos. González creó una serie de esculturas desmaterializadas en las que trabajaría el resto de su trayectoria y que le valdrían, póstumamente, el reconocimiento de ser uno de los padres de la escultura abstracta en hierro, a pesar de que él mismo remarcó su lejanía con respecto a esta tendencia. Picasso, por su parte, aprendió las posibilidades del trabajo de forja y de la soldadura en hierro que le enseña González, así como a llevar a cabo alguna de las esculturas más relevantes del pasado siglo, como Mujer en el jardín.

 

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