El palacio de los sueños. I.Kadaré
A través de las cortinas se derramaba la luminosidad turbia de la mañana. Como de costumbre quiso arrebujarse bajo el embozo para prolongar unos instantes más la somnolencia, pero enseguida supo que no sería posible. El pensamiento de que el día que amanecía iba a ser excepcional para él bastó para acabar de despabilarlo.
Poco después, mientras buscaba las pantuflas en el suelo, tuvo la impresión de que su rostro aún abotagado ostentaba una suerte de sonrisa irónica. Abandonaba el sueño para incorporarse al trabajo en el Tabir Saray, el famoso organismo que se ocupaba del dormir y de los sueños, cosa que habría bastado para provocar en cualquiera que se encontrara en su lugar una especie muy particular de sonrisa. Sólo que él estaba demasiado asustado para sonreír verdaderamente.
En el Palacio de los Sueños, escrito a mediados de los 70’s, con ciertos
elementos que recuerdan a Kafka, Orwell o Huxley, el autor plantea una
realidad en la que los sueños del pueblo son burocratizados por el Tabir
Saray donde son analizados, catalogados, estudiados y adueñados por la
maquinaria de un Estado opresivo y controlador, que obliga a los
ciudadanos a recoger sus sueños por escrito y trasladarlos a una vasta
red burocrática que alcanza todos los rincones del país.
Toda la acción transcurre en un Estado que, presuntamente imaginario,
presenta evidentes similitudes con la Albania y Tirana de la época.
Con esta obra, el autor destacar el valor de los sueños como una
expresión del inconsciente colectivo del país, como algo poderoso y, por
lo tanto, un peligro para el autoritarismo.
"Hace ya largo tiempo que el mundo reconoció la importancia de los
sueños y del papel que éstos han desempeñado y desempeñan en los
destinos de los Estados y de quienes los gobiernan" (Kadare 1999:53)
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