Tierra de empusas O.Tokarczuk
Veremos entonces las losas del andén, unos cuadrados ribeteados por tallos de endebles plantitas, un espacio que quiere mantener a toda costa el orden y la simetría. Al poco, aparece en ellas un zapato izquierdo, marrón de piel, no precisamente nuevo, e inmediatamente se le une el otro, el derecho; este parece incluso más castigado: su punta está un poco gastada, en la superficie del cuero se advierten unas pequeñas manchas más claras. Los zapatos permanecen un rato indecisos y, luego, el izquierdo se pone en marcha.
En el verano de 1913, Miecysław Wojnicz, un joven polaco estudiante de ingeniería, llega a Görbersdorf, una pequeña localidad en Baja Silesia, en busca de aire puro y la promesa de una cura para su tuberculosis. Alojado en la pensión para caballeros de Wilhelm Opitz, a la espera de una plaza en el sanatorio, se encuentra con un microcosmos donde la enfermedad no es el único mal que acecha. Entre el crujido de los suelos de madera y el murmullo de las conversaciones nocturnas, Wojnicz se enfrenta a un entorno donde la vida y la muerte conviven con una naturalidad inquietante. Las empusas son criaturas fantásticas del folclore griego antiguo, son demonios femeninos ávidamente seductores, Las fuentes principales donde se mencionan a las empusas son Aristófanes y Filóstrato. Tokarczuk posee un dominio del lenguaje que resulta casi hechizante, especialmente en los primeros capítulos, donde las descripciones alcanzan un nivel de precisión y belleza que no son sencillos de encontrar. Las conversaciones entre los personajes tienen un peso fundamental en la construcción de la novela. No se trata de simple intercambio de información, más bien funcionan como pequeños ensayos encubiertos, donde se confrontan ideas, visiones del mundo y conflictos generacionales. Final sorprende.


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