Le congrès ne marche pas La Calorica
Dramaturgia: Joan Yago Dirección: Israel Solà Escenografía: Bibiana Puigdefàbregas Vestuario: Albert Pascual Intérpretes: Roser Batalla, Joan Esteve, Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher, Esther López, Tamara Ndong, Marc Rius, Carlos Roig, Júlia Truyol
El ministro Meternich sabe que hay que detener las revoluciones antes de que empiecen. Por eso ha invitado a los mandatarios de Rusia, Inglaterra y Prusia a pasar unos días conversando en Viena. Poco se imagina que la celebración de ese congreso atraerá la curiosidad de todos los gobiernos del mundo y que lo que debía ser una reunión sencilla se convertirá en la fiesta del siglo. No es fácil separar las negociaciones territoriales de los conflictos amorosos, los debates ideológicos de las simples luchas de ego… Cuesta saber cuándo estamos celebrando y cuándo estamos trabajando. Mientras tanto, el regreso de un antiguo enemigo nos hace imaginar, por un instante, que quizás las cosas podrían ser de otro modo.
Es lo que motiva la Conferencia Internacional de Viena, en la que Rusia, Austria, Prusia, Gran Bretaña y, de alguna manera, una comparsa llamada España intentan repartirse el mundo y hacer pervivir las viejas ideas absolutistas como forma de gobierno global . Pero la Cumbre se convierte en una fiesta interminable, en una apoteosis de la amnesia histórica. Al ritmo de esa nueva forma de baile llamada vals, el alcohol corre, los banquetes se disparan, las ambiciones campan a sus anchas, y los egos, más revueltos que nunca, no dan tregua.
Es un vodevil, una farsa y un esperpento. Su humor, aparentemente amable, no deja de señalar una putrefacción y una ceguera, la que ya asediaba las puertas de los palacios. La obra se sostiene en una voz en off que abusa del relato histórico, que simplifica por ello el conflicto de todos estos personajes, unos personajes que llevan encima la tragedia de estar detenidos en un pasado al que nunca debieron volver la vista, como la mujer de Lot, y que se convertirán en víctimas de un reto histórico que se los irá llevando por delante a lo largo de un siglo y cambiará el mundo.
La Calórica plantea todo esto con una sonrisa en los labios pero sin poner el dedo sobre la llaga desde un planteamiento teatral más fuerte. Al final el quiebro temporal en el que aparece Margaret Thatcher y su liberalismo no acaba de estar argumentalmente definido, aunque intente cerrar el círculo de la dialéctica en la que se debate la sociedad de hoy.
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