La caverna J. Saramago
La caverna recrea el mito platónico y lo acerca a nuestros días. La caverna, en los tiempos del fin de la historia y del triunfo global del capitalismo, no es un símbolo de la búsqueda interior de nuestro verdadero ser, sino la representación del triunfo de esa economía y de esa política: un Centro Comercial gigantesco, avasallante, creciente, que se va tragando el entorno y lo asimila, o engulle. Relata las vicisitudes de un pobre alfarero, trabajador manual y artesano de la arcilla, cuyos productos, poco acordes con el plástico rampante y barato, van a dejar de ser asumidos por el Centro: el fantasma del paro, de la pobreza y de la soledad se cierne sobre el bueno de Cipriano (y su familia: su yerno es guardia de seguridad del Centro) que opta, a la desesperada, por la «reconversión»; descubrimos que tampoco el esfuerzo de adaptación le servirá de nada, son otros tiempos y sus figurillas de barro y sudor no interesan ; por otro lado, el Centro da a la familia, a través del yerno, la posibilidad de ser fagocitados como personal residente dentro del complejo: se trata de un Centro-ciudad, en el que hay seguridad, diversión y realidad virtual garantizadas, y hasta cementerio. Se llega así al desenlace del descubrimiento de la «verdadera» caverna de Platón, en las catacumbas del Centro, hallazgo que alienta la huida del mismo y la busca del amor y la luz.
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