lundi 16 mai 2022

El hijo del chófer J. Amat

El final empezó medio año atrás. Primero fue el desmayo durante la Nochevieja, antes de cenar en el motel donde tantas veces se ha arrastrado ebrio desde el comedor a la habitación. Después vino el ingreso en la clínica de Figueres. Una breve estancia inesperada en el monasterio de los monjes cistercienses. Finalmente, como siempre, el retorno a la casa que lo protege como un destilado amniótico. Allí, entre sus sombras, donde se ha salvado de todo menos de la propia decadencia. Era de esperar. Desde el momento en que había decidido no comer casi nada sólido arrastraba una anemia. Comer poco y beber. Whisky, café y whisky. Perdidas las fuerzas, a principios de semana los órganos vitales dejan de funcionar. 

Amat toma la figura de un personaje público, Alfons Quintà, periodista, primer máximo dirigente, allá por los años 80, del canal autonómico de TV en Catalunya, TV3, un directivo del sector de las comunicaciones que hubiera tenido una trayectoria, sin más repercusión que la profesional, con los vaivenes propios de los influyentes altos cargos, pero que, a los setenta y tres años, en 2016, saltó a la fama cuando asesinó de un tiro en la cabeza a su ex-esposa, una médico de familia del centro de salud del barrio, y se suicidó, en el piso en que vivía en el barrio acomodado de Les Corts, en Barcelona. 

Toma esa figura e investiga en su pasado, en sus vicisitudes familiares, en su devenir profesional, en aquellos a los que conoció y le conocieron, en sus artículos y sus manipulaciones para mantenerse cercano al poder. Arma una biografía en la que puede que se haya tomado alguna licencia o que haya tiznado algún párrafo o alguna situación con algún matiz ideológico, pero a mí me ha parecido que tanta precisión en los detalles, tanta mención directa a tanta celebridad en el panorama de medios y político (y no he oído que Amat haya sido desmentido o denunciado o querellado) sitúa la narración en las cercanías de la realidad, y me aventuraría a decir, incluso algunos hechos posteriores confirman que Amat no fabula o especula, que muchos de esos acontecimientos fueron así.

 


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