El día de la lechuza L. Sciascia
El autobús estaba a punto de arrancar, retumbaba sordamente entre repentinos carraspeos y sollozoz. La plaza estaba silenciosa en el gris del alba, hilachas de niebla entre los campanarios de la Matrice: sólo el retumbar del autobús y la voz, implorante e irónica, del vendedor de tortas, "tortas calientes, tortas". El cobrador cerró la puerta, el autobús arrancó con un fragor de chatarra. El último vistazo que el cobrador echó a la plaza captó al hombre vestido de oscuro que llegaba corriendo; el cobrador le dijo al conductor "un momento" y abrió la puerta con el autobús todavía en marcha. Se oyeron dos disparos desgarrados: el hombre vestido de oscuro, justo cuando iba a saltar al estribo, quedó suspendido por un instante, como si una mano invisible le tirase del pelo; se le cayó la cartera de la mao y, lentamente, sobre la cartera se desplomó.
El capitán Bellodi es natural de Parma, el norte de Italia, y se esfuerza por comprender la mentalidad de los sicilianos y su enigmático dialecto. Gracias a su habilidad e inteligencia consigue que se produzcan algunas delaciones y se abran así pequeñas grietas en una organización sólida como una roca. Sin embargo, al tirar del hilo, Bellodi chocará con personas demasiado “importantes” dispuestas a enterrar el caso en el olvido y a quitarse de encima la presencia de ese molesto carabinero que se toma su trabajo demasiado en serio.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire