samedi 8 août 2020

El olvido que seremos H.Abad Faciolince

En la casa vivían diez mujeres, un niño y un señor. Las mujeres eran Tatá, que había sido la niñera de mi abuela, tenía casi cien años, y estaba medio dorda y medio ciega; dos muchachas del servicio -Emma y Teresa-; mis cinco hermanas -Maryluz, Clara, Eva, Marta, Sol-; mi mamá y una monja. El niño, yo, amaba al señor, su padre, sobre todas las cosas. Lo amaba más que a Dios. Un día tuve que escoger entre Dios y mi papá, y escogí a mi papá. Fue la primera discusión teológica de mi vida y la tuve con la hermanita Josefa, la monja que nos cuidaba a Sol y a mí, los hermanos menores.

Su padre lo trató con dulzura y le transmitió cariño, lo educó sin imponer sus ideales y dandole tiempo para que  pudiera elegir con libertad. Intenso el deseo del hijo de que todo lo que fue y representó su padre no se olvide cuando quienes le conocieron ya no estén para recordarlo. Cruel la violencia, el abuso de poder, la manipulación, un poco repetitivo.

 


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