mercredi 8 juillet 2020

El francotirador paciente A. Pérez-Reverte

Eran lobos nocturnos, cazadores clandestinos de muros y superficies, bombarderos sin piedad que se movían en el espacio urbano, cautos, sobre las suelas silenciosas de sus deportivas. Muy jóvenes y ágiles. Uno alto y otro bajo. Vestían pantalones vaqueros y sudaderas de felpa negra para camuflarse en la oscuridad; y, al moverse, en las mochilas manchadas de pintura tintineaban sus botes de aerosol provistos de boquillas apropiadas para piezas rápidas y de poca precisión. El mayor de los dos tenía dieciséis años. Se habían concido en el metro dos semanas atrás, por ñas mochilas y el aspecto, mirándose de reojo hasta que uno de ellos hizo con un dedo, sobre el cristal, el gesto de pintar algo.
 Muy entretenido, ágil, quizá porque ahonda en el tema de lo que es arte y de lo que no lo es, del arte callejero, del significado de Arte, en mayúsculas, en la actualidad. El grafiti es una forma de arte callejero, fuera de convencionalismos, libre por ser ilegal, arriesgado y extremo. Y esas reflexiones tienen cabida en el libro a la vez que un relato de acción.

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