Un lugar a donde ir M. Oruña
Nuestro mundo es solo un envoltorio, una cáscara delgada y fina que esconde un enorme útero de piedra donde se guarda el secreto de lo que somos. El interior de la Tierra es húmedo, caliente e incógnito, como otro planeta en el que retorcidas venas huecas y pétreas perfilan caminos hacia el misterio, el origen y la verdad.
Siempre me ha parecido de una simpleza abrumadora dirigir la vista solo hacia arriba; hacia lo visualmente inmediato -lo obvio- y todo lo imaginario que lo acompaña: las estrellas y los planetas, los extraterrestres, los meteóritos y los agujeros negros... ¿No habría que estar ciego para no comprender que la verdad de lo que fuimos y de lo que somos se encuentra sembrada bajo la propia corteza del mundo y en la vida intraterrestre?
En Suances aparece el cadáver de una joven en La Mota de Trespalacios,
un recóndito lugar donde se encuentran las ruinas de una inusual
construcción medieval. Lo más sorprendente del asunto no es que la joven
vaya ataviada como una exquisita princesa del medievo, sino el objeto
que porta entre sus manos y el extraordinario resultado forense de la
autopsia. Otros dos asesinatos que Valentina Redondo y su equipo investigan a
contrarreloj, Oliver Gordon, ayudado por su viejo amigo de la infancia,
el músico Michael Blake, buscará sin descanso el paradero de su hermano
Guillermo, desaparecido desde hace ya dos años, su exnovia resurge de repente. Al final todas las piezas encajan, pero resulta bastante rocambolesco.
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