Balthus
Las pinturas están colocadas de manera
cronológica junto a unas cartelas más extensas de lo habitual por el
interés didáctico en el que ha querido incidir López-Manzanares.
Wim Wenders lo definió de manera bastante
exacta: "Todos los grandes pintores nos enseñan a ver. Balthus nos lleva
a un mundo que es solo suyo. No era surrealista ni realista, ni
perteneció a ningún otro ismo. Sus cuadros son radicalmente originales,
invenciones únicas e independientes".
Él mismo llegó a señalar algunas de sus influencias en la tradición histórico-artística: desde Piero della Francesca a Caravaggio,
Poussin, Géricault o Courbet. En un análisis más detenido, se observan
también referencias a movimientos más modernos, como la Nueva Objetividad, así como de los recursos de las ilustraciones populares de libros infantiles del siglo XIX, como Alicia en el País de las Maravillas, esta
última una estética que atraviesa sus representaciones y retratos de
chicas y adolescentes, que le han valido no pocos intentos de censura.
Entre los 47 cuadros que reúne la muestra se
encuentra el que causó polémica 'Thérèse soñando', de 1938, que viene
del Metropolitan Museum de Nueva York, la pintura en la que una
jovencita ensimismada deja ver sus bragas, con un gato a sus pies
bebiendo leche, y que quisieron vetar más de 12.000 personas que
firmaron un manifiesto para que se retirara, a lo que el museo se negó.
Su particular lenguaje pictórico, de formas contundentes y contornos muy
delimitados, combina los procedimientos de los maestros antiguos con
determinados aspectos del surrealismo, y sus imágenes encarnan una gran
cantidad de contradicciones, mezclando tranquilidad con tensión extrema,
sueño y misterio con realidad, o erotismo con inocencia.
Le horrorizaban las masas ante los cuadros de los museos. También, pintar en exceso. “Hay que volver a la lentitud de Giotto, a la exactitud de Masaccio, a la precisión de Poussin”. Por eso su producción es lenta y cuidada –ha pintado alrededor de 225 cuadros a lo largo de su vida-. Una obsesión que hizo exclamar a su amigo Artaud: “Es un hombre que se eterniza ante el lienzo”.
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