Islandia L.Cunillé
Solo
la primera escena de esta obra ocurre en Islandia. El resto se sitúa en
Nueva York y nos presenta un mosaico de personalidades cuyas vidas han
sido trastocadas por la crisis de 2008. Accionistas, ahorradores,
timadores…Todos diferentes pero igualmente arruinados y supervivientes
en su miseria.
El protagonista (Abel Rodríguez) de este texto tiene 15 años, todavía quiere ser cantante de
ópera y decide emprender la búsqueda de su madre por la ciudad de los
rascacielos. Su actuación no es más que una
excusa, un hilo conductor que nos transporta por el verdadero punto
fuerte de la función. Y es que, aunque el más joven del elenco es el
único presente en todas las escenas, los verdaderos protagonistas son
los personajes aparentemente secundarios con los que se irá encontrando a
lo largo de su viaje. Estos usan la neutralidad y pureza del chico como
blanco sobre el que depositar sus miserias. Y aunque lo que nos ofrecen
son pequeñas pinceladas de sus vidas, la dramaturgia de Lluïsa Cunillé nos hace intuir en cada uno de ellos una complejidad que daría para hacerles protagonistas de su propia obra.
Así ocurre con la señora de origen latino–Lurdes Barba–
que necesita vender todos sus recuerdos tras perder los ahorros con
unas inversiones fraudulentas. También con el desgraciado carnicero –Joan Carreras-, relegado a un puesto de hamburguesas y hot dogs mientras intenta mantener la apariencia de calma. Y con la madre –Aurea Márquez– que se refugia en una más que dudosa fe para olvidarse de su situación precaria. O con el inventor – Joan Anguera– cuya enigmática sonrisa acabará la obra dejándonos con mil preguntas y suposiciones.
Se alarga 30' innecesariamente.
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