mercredi 23 août 2017

Los Europeos R.Azcona



La habitación, dieciséis metros cuadrados de baldosas rojas y azules, estaba pintada al temple; una mancha de humedad descendía del techo en uno de sus ángulos. Entre la puerta y la ventana abierta al patio se alzaba al patio se alzaba el armario, barato y pretencioso, coronado por una moldura embadurnada de nogalina; en su luna mal azogada se reflejaba la cama turca, adosada a la pared y cubierta de la cabecera a los pies por un percal color vino. Entre el baúl y la cama estaba la mesilla, alta y zancuda, con el tablero de mármol ocupado por un flexo, una botella de coñac mediada, un moderno despertador y la fotografía enmarcada de un matrimonio a la moda de los años veinte. Junto a la mesilla, del respaldo de la única silla de la pieza colgaba un traje gris, y en el asiento, bajo un número del diario Pueblo, blanqueaban una camisa y un calzoncillo.
En esta habitación de una pensión madrileña vive Miguel, un delineante al que el hijo del jefe invita a pasar dos meses en Ibiza. Antonio es un joven vividor a costa de la fortuna de su padre, que sólo piensa en divertirse: juergas, alcohol y sexo. Estamos en 1958, Ibiza empieza a ponerse de moda. Los dos compadres ligan, francesas, españolas, alemanas, Antonio va completando su carnet y de Miguel se enamora primero una valenciana y luego una joven francesa Odette, que acabará abortando en Barcelona por la despreciable actitud de Miguel.
Denuncia Azcona esa España casposa, hipócrita, los mundos paralelos ibicencos/turistas, la estrechez de las mentes calenturientas de los españoles. Como nota curiosa, la presencia continua de todo tipo de alcoholes, precursores del botellón? Y la mala traducción de “Me da igual” que repite Odette a propuestas de Miguel y que nunca sería “C’est égal”

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