Los Europeos R.Azcona
La habitación, dieciséis metros cuadrados de baldosas rojas y azules,
estaba pintada al temple; una mancha de humedad descendía del techo en uno de
sus ángulos. Entre la puerta y la ventana abierta al patio se alzaba al patio
se alzaba el armario, barato y pretencioso, coronado por una moldura
embadurnada de nogalina; en su luna mal azogada se reflejaba la cama turca,
adosada a la pared y cubierta de la cabecera a los pies por un percal color
vino. Entre el baúl y la cama estaba la mesilla, alta y zancuda, con el tablero
de mármol ocupado por un flexo, una botella de coñac mediada, un moderno
despertador y la fotografía enmarcada de un matrimonio a la moda de los años
veinte. Junto a la mesilla, del respaldo de la única silla de la pieza colgaba
un traje gris, y en el asiento, bajo un número del diario Pueblo, blanqueaban
una camisa y un calzoncillo.
En esta habitación de una pensión madrileña vive Miguel, un
delineante al que el hijo del jefe invita a pasar dos meses en Ibiza. Antonio
es un joven vividor a costa de la fortuna de su padre, que sólo piensa en
divertirse: juergas, alcohol y sexo. Estamos en 1958, Ibiza empieza a ponerse
de moda. Los dos compadres ligan, francesas, españolas, alemanas, Antonio va
completando su carnet y de Miguel se enamora primero una valenciana y luego una
joven francesa Odette, que acabará abortando en Barcelona por la despreciable
actitud de Miguel.
Denuncia Azcona esa España casposa, hipócrita, los mundos paralelos
ibicencos/turistas, la estrechez de las mentes calenturientas de los españoles.
Como nota curiosa, la presencia continua de todo tipo de alcoholes, precursores
del botellón? Y la mala traducción de “Me da igual” que repite Odette a
propuestas de Miguel y que nunca sería “C’est égal”
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