mercredi 21 septembre 2016

El maestro Juan Martínez que estaba allí M. Chaves



A la sombra espectral del Moulin de la Galette, en el calvario pedregoso de la rue Lepic, deslizándose junto a los jardincillos empolvados de los viejos estudios de pintor, que huelen a permanganato y aguarrás; cobijándose en las grietas de la desvencijada plaza de Tertre, en aquel paisaje lunar que es hoy el corazón de Montmartre, va haciéndose viejo mi amigo Martinez.
Martínez es flamenco, de Burgos, bailarín. Tiene cuarenta y tres años, una nariz desvergonzadamente judía, unos ojos grandes  y negros de jaca jerezana, una frente atormentada de flamenco, un pelo requeté peinado de madera charolada, unos huesos que encajan mal, porque, indudablemente, son de muy distintas procedencias –arios, semitas, mongoles- , y un pellejo duro y curtido como el cordobán.
Las peripecias de una pareja de bailarines sorprendidos por la revolución rusa en 1917, sin poder escapar. Van de San Petersburgo a Moscú y Kiev y sufren los rigores de los inviernos, el hambre, el miedo, que provoca la sangrienta guerra civil.

Aucun commentaire: