La buena letra R.Chirbes
A mi abuelo le gustaba asustarme. Cada vez que iba a su casa, se escondía detrás de la puerta con una muñeca, y cuando yo, que sabía el juego, preguntaba:"¿Dónde está el abuelo?", aparecía de repente, me tiraba encima la muñeca, que era tan grande como yo, y se reía mientras me daba bofetadas con aquellas manos de trapo que me parecían horribles. Le agradaba verme enfadada y que luego buscase refugio en sus rodillas. "Pero sí el abuelo está aquí, ¿Qué
te va a pasar, tontita?", me decía y a mi ya no me daba miedo la muñeca tirada en la silla. "Tócala, si no hace nada", decía, y yo la tocaba. "Es de trapo."
Novela corta que, protagonizada por una mujer
represaliada durante la posguerra, se adelantó una década a la ola de ficciones
sobre la Guerra Civil. “Una voz de mujer que le devuelve el pasado al hijo que
quiere convertir la incómoda casa familiar en un solar”, así ha descrito La
buena letra su propio autor, al que le gusta “bromear” diciendo que, en el
fondo, era un libro contra el Decreto ley de Ordenación y Medidas Económicas
aprobado el 30 de abril de 1985 y bautizado popularmente como ley Boyer. La buena letra (1992).
“La buena letra es el disfraz de las mentiras”, dice la narradora, que en
centenar y medio de páginas dirigidas a su hijo despliega lo que el crítico
Santos Alonso describió como una “dura reflexión sobre las consecuencias de la
Guerra Civil en los vencidos y el poder de la cultura sobre los que no han
tenido acceso a ella”.
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