jeudi 28 avril 2016

Cinco esquinas M.Vargas Llosa

¿Había despertado o seguía soñando? Aquel calorcito en su empeine derecho estaba siempre allí, una sensación insólita que le erizaba todo el cuerpo y le revelaba que no estaba sola en esa cama. Los recuerdos acudían en tropel a su cabeza pero se iban ordenando como un crucigrama que se llena lentamente. Habían estado divertidas y algo achispadas por el vino después de la comida, pasando del terrorismo a las películas y a los chismes sociales, cuando de pronto, Chabela miró el reloj y se puso de pie de un salto, pálida:" ¡El toque de queda! ¡Dios mío, ya no me da tiempo a llegar a La Rinconada! Cómo se nos ha pasado la hora". Marisa insistió para que se quedara a dormir con ella. No habría problema
Vargas Llosa es un buen escritor, nadie lo discute. Sabe cómo estructurar una novela y darle ritmo. Los personajes, un periodista grasiento como Rolando Garro; otra periodista inquieta llamada Julieta Leguizamón y apodada la Retaquita; unas “niñas malas” llamadas Chabela y Marisa; un viejo recitador de poemas que malvendió su arte y luego cayó en desgracia, de nombre Juan Peineta; o el célebre y siniestro Doctor que ejerce de mano derecha de Fujimori, remedo de Vladimiro Montesinos. Ni ellos, ni el ingeniero Enrique Cárdenas o el abogado Luciano Casasbellas, ninguno tiene consistencia, ninguno resulta interesante.
Se insiste en la homosexualidad femenina, sin que tengan mucho interés estos numerosos pasajes, erotismo plastificado, imágenes manidas.
Denuncia la corrupción en el Perú de Fujimori, el vicio en la alta sociedad ociosa peruana, la sucia prensa sensacionalista. Paradójico el éxito de la Retaquita, tan basura como los demás.

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