Herejes L.Padura
Varios años le tomaría a Daniel Kaminsky llegar a
aclimatarse a los ruidos exultantes de una ciudad que se levantaba sobre la más
desembozada algarabía. Muy pronto había descubierto que allí todo se trataba y
se resolvía a gritos, todo rechinaba por el óxido y la humedad, los autos
avanzaban entre explosiones y ronquidos de motores o largos bramidos de claxon,
los perros ladraban con o sin motivo y los gallos cantaban incluso a
medianoche, mientras cada vendedor se anunciaba con un pito, una campana, una
trompeta, un silbido, una matraca, un caramillo, una copla bien timbrada o un
simple alarido. Había encallado en una ciudad en la que, para colmo, cada
noche, a las nueve en punto, retumbaba un cañonazo sin que hubiese guerra declarada
ni murallas para cerrar y donde siempre, siempre, en épocas de bonanza y en
momentos de aprieto, alguien oía música y, además, la cantaba.
Una familia judía que huye en barco con lo que creen les salvará y en realidad les devuelve al infierno europeo. Un cuadro de Rembrandt subastado años después. La Habana y sus rincones, la amistad por encima de las diferencias, una vuelta al pasado con Elías y un regreso al presente con una emo.Recomendable.
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