Un silencio J. Lafosse
Lafosse acierta en la disección y la representación del silencio al que alude el título, ese mutismo con el que Astrid, conocedora de los hechos cometidos por su marido, los ha silenciado durante muchos años hasta rozar el encubrimiento o, peor aún, la complicidad, consigue con sutileza hacer aflorar el sufrimiento y la vergüenza que cobran vida en el rostro y la interpretación de la excelente actriz que es Emmanuelle Devos. También está sublime el fantástico Daniel Auteuil en su composición de un hombre que ha dejado cualquier atisbo de culpabilidad y ha construido una coraza de justificación alrededor de su trabajo que consiste, precisamente, en defender a los niños víctimas de abusadores. Es tal el convencimiento de que todo lo que ha hecho pertenece al pasado que su autodefensa nace de su convicción de inocencia. Lafosse no construye un monstruo, el personaje de Auteuil es deliberadamente ambivalente, su papel como salvador y sus lados oscuros se superponen de forma que resulta imposible adjetivarle de una manera simplista. Los problemas vienen, ¡ay!, con la narrativa. Lafosse cae atrapado en la tan frecuente tentación de contar su película de una forma no lineal. Y esa fragmentación del relato, esos saltos temporales aquí embarran la narración. Un silencio es un drama realista que se beneficiaría de una narrativa clásica que condujera al espectador, de principio a final, por la senda de la comprensión y no de la confusión. El espectador tarda, por lo menos media hora en comenzar a atar cabos de lo que está ocurriendo y eso va, entre otras cosas, contra la capacidad para empatizar con los personajes.
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