El cielo rojo Christian Petzold
Dos amigos deciden alejarse de Berlín durante el verano y pasar unos días en una casa de la familia cerca del Báltico. Ambos son artistas, Félix es fotógrafo y León es escritor, sin embargo, pronto queda claro que el paraíso de la inspiración no va a ser tal, porque nada sale según lo previsto: el coche se estropea a medio camino, la zona es acechada por un incendio y al llegar a la casa hay una inquilina inesperada, Tanja. En esta discordancia entre las expectativas del remanso de paz y la realidad de la vida en movimiento se encuentra el neurótico Leon. Leon está tan pendiente de su proyecto y de sí mismo que no puede ver nada de lo que le rodea. Hay casi una lección de vida en la película de Petzold: la de entender que, incluso en estos momentos de productividad desbocada, además de trabajar, para crear, hay que poder vivir. ¿Puede el escritor crear mirándose apenas el ombligo? ¿No es desde la realidad, desde el gesto de mirar a los otros, que nace el arte?
La película se aferra al punto de vista de su amargado protagonista,
reacio a cualquier ruido, a cualquier incomodidad o simplemente a la
felicidad de los otros, pues esto parece ser lo que verdaderamente
molesta a León. A través de esta decisión, la película se entrega a las
tensiones creativas de su personaje. La fragilidad de León no le permite
soportar ni la más mínima crítica de lo que está escribiendo, pero él
no duda en atizar verbalmente a su amigo cuando este encuentra por fin
un motivo para su serie de fotos. Su ensimismamiento no le deja darse
cuenta ni de los conocimientos ni de los deseos ajenos. Estamos ante una película algo más compleja de lo que aparenta, solo que
Petzold consigue que todo parezca fácil.
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