Ricardo III
En esta ocasión, la lengua de signos responde a dos propósitos que marcan su línea de trabajo: por un lado, el de explorar las posibilidades artísticas de los diversos lenguajes y gramáticas -“redescubrir la lengua de signos a nivel performativo, con toda la potencia de su dimensión visual”-; y por el otro, la intención de dar representatividad a la diversidad -“nos planteamos el objetivo de que la lengua de signos comience a conquistar un lugar más destacado que el que ha tenido hasta ahora en la sociedad”.
El gesto no llega a las profundidades que crea el pensamiento del genial dramaturgo inglés, perdiéndose a veces en lo mecánico,
lo uniforme, lo repetitivo y lo frívolo. Solo cuando Ricardo III muere
la épica emocional se alía a lo corporal, a lo escenográfico, al tono de
ese gran discurso visual que se debería buscar. La escenografía es
sencilla, móvil y envolvente: una sábana, unos telones blancos y rojos, y
unas altas estructuras metálicas de los que cuelgan, como si fueran
túmulos, los trajes oscuros de los muertos, acompañados muy
significativamente por una iluminación y la creación de un espacio
sonoro que se convierten en sí mismos en pura intensidad dramática.
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