Saliendo de la estación de Atocha B.Lerner
La primera fase de mi investigación implicaba despertarme entre semana en un ático apenas amueblado, el primer piso que vi al llegar a Madrid, o dejarme despertar por el ruido de la plaza Santa Ana, incapaz de asimilarlo del todo en mis sueños, y luego poner la cafetera oxidada al fuego y liarme un porro mientras esperaba a que saliera el café. Cuando el café estaba listo abría la claraboya, del tamaño justo para colarme por ella subido subido de pie en la cama, y me tomaba el café y el porro en el tejado con vistas a la plaza donde los turistas se sentaban a las mesas metálicas con sus guías de viaje y el acordeonista ejercía su oficio. Hasta pág 42
Él se llama Adam Gordon y es un joven estadounidense, supuestamente poeta. Le han concedido una prestigiosa beca en Madrid para un proyecto poético sobre la Guerra Civil española y sus poetas más acreditados. En verdad, nada sabe ni sabrá sobre ello y su vida en la capital de España transcurre en fiestas entre porros, alcohol, café y tranquilizantes. También en actos literarios que poco o nada tienen que ver con la literatura y, en concreto, con la auténtica poesía.
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