La sangre no es agua B. Quercia
No sé qué hago aquí, otra vez frente a esta puerta como cuando era chico y volvía de la escuela. A esta hora debería estar en el departamento esperando que Marina llegue de su turno de noche: hacerle un desayuno con café y huevos revueltos y decirle que la quiero, que me perdone. Pero ya es tarde para dar media vuelta; mi mamá me vio por la ventana y abrió la puerta de par en par sin importarle que entrara el chiflón del frío de la mañana. Mejor así. A ver si se limpia un poco el aire rancio de la casa.
El policía Santiago Quiñones se ve envuelto en un espiral de infortunios. Una cruda decisión respecto al marido de su madre, la inesperada aparición de un medio hermano, una temible red de chinos narcotraficantes y un grupo de ultraderecha que pretende erradicar la inmigración, son solo algunas de las vicisitudes que Quiñones deberá enfrentar acompañado de su entrañable sarcasmo y pesimismo.
Un antihéroe que se entromete en los oscuros recovecos del sistema y que navega intensamente entre sus desaciertos y amores equivocados.
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