Lo raro es vivir C. Martín Gaite
Hay veces en que lo normal pasa a extraordinario así por las buenas y lo notamos sin saber cómo. De entre la sucesión no contabilizada de gestos, movimientos y vislumbres que van engrosando la masa amorfa de lo cotidiano, se separa de los demás uno de ellos, aparentemente insignificante, y salta como la nota discorde de un pentagrama, se queda resonando por el aire con zumbido de moscardón, qué pasa, ha habido una avería o esto significa el comienzo de algo nuevo, nos miramos las manos, las rodillas, qué es lo que se ha transformado, hacia dónde enfocar la atención, no sé. Y sobreviene el miedo o la parálisis.
Águeda va a la residencia en la que vive su abuelo. Su madre ha muerto y el director de la residencia
es un hombre alto y atractivo que le propone mentir a su abuelo y
hacerse pasar por su madre, ya que este no sabe que su hija ha muerto. Águeda no sabe qué hacer, pero no para de pensar en el director de la residencia, se siente atraída por él. Tomás, su pareja, no está en la ciudad y hablan por teléfono, Águeda no puede evitar mentirle en tonterías. No pasé de la pag 36.
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