El capitalista simbólico V. Roma
Durante cinco años trabajé como redactor para las Guías Verdes Michelin. Según me advirtieron el primer día, sólo nueve personas en el mundo se dedicaban a esta tarea. Naturalmente no los creí, aunque el dato me halagó. Fui un empleado mediocre. me asaltaba la inseguridad a la hora de asignar las estrellas y nunca dominé el vocabulario que se necesita para elogiar un atardecer. Además, preparaba con escaso entusiasmo mis cuadernos de viaje y me excedía en el uso de fuentes poco verificables. Sin embargo, el jefe de nuestra división, monsieur Dulin, me tomó aprecio desde que entré en su oficina. le sorprendieron mis protestas ante el documento con el que renunciábamos a nuestros derechos de autoría. Creo que le agradó cierto comentario sobre la cantidad de cláusulas que me obligaban a firmar.
Insulso.
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