lundi 17 janvier 2022

La llama A. Barea

El calor de agosto disuelve el almidón. El interior del cuello planchado se convierte en un trapo húmedo y pegajoso; la tela exterior conserva su rigidez y sus aristas rozan la piel sudorosa.

Cuando trato de procurarme alivio metiendo el pañuelo entre mi piel y el cuello d ela camisa, surge en mi mente la imagen del tío José introduciendo su pañuelo de seda cuidadosamente doblado entre su fuerte garganta y el cuello almidonado, mientras esperábamos la diligencia para ir a Brunete. Hace treinta años.

Tercer tomo de la trilogía La forja de un rebelde, narra como tras el advenimiento de la Segunda República, en abril de 1931, se reincorporó activamente a la vida sindical de la UGT. Nos relata el inicio de la guerra civil, en julio de 1936, con la quema de conventos, el asalto al Cuartel de la Montaña y a la cárcel Modelo. Poco después pasó a formar parte de la Oficina de Censura de Prensa Extranjera del Ministerio del Estado del Gobierno republicano. Cuando éste se trasladó a Valencia en noviembre de 1936, se quedó en Madrid como jefe de censura. A partir de mayo de 1937 comenzó a dar charlas por la radio, de naturaleza propagandística y literaria  «La voz incógnita de Madrid». Su subordinada era la políglota socialista austriaca Ilsa Kulcsar, con la cual se casaría en 1938, después de divorciarse de Aurelia. El impacto de la guerra, junto con el apoyo activo de Ilsa, le impulsó a comenzar su andadura como escritor. En 1938 publicó una colección de cuentos, Valor y miedo, la cual, según su autor, fue el último libro publicado en Barcelona antes de la entrada de las tropas nacionales. En septiembre de 1937 dimitió como jefe de censura debido, en parte, a la crisis nerviosa ocasionada por los bombardeos y, también, a su creciente enfrentamiento con los comunistas. El 22 de febrero de 1938, Arturo e Ilsa abandonaron España a través de Francia. Un año después pusieron rumbo a Inglaterra, donde Barea pasaría el resto de su vida como exiliado republicano.

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