mardi 21 décembre 2021

Cosas vivas M. Hachemi

El día que conocí a mi amigo G me contó que de niño había elaborado una teoría sobre el relato que lo ha acompañado toda la vida. Nadie se sorprenderá al leer que los cuentos cumplen una función clasificadora, que imponen sobre lo real un orden o una jerarquía. Lo real sin embargo es un territorio salvaje, una selva o un desierto, un lugar del que no se puede hacer un mapa. Cada vez que lo salvaje se interponia en su vida mi amigo G contaba algo, una historia, la que fuera, no importa, cualquier cosa. Sus padres discutían a gritos en su casa y él se lanzaba a hablar de que la chica que le gustaba se había tropezado en clase, de que el panadero le había dado mal el cambio o d cualquier cosa, nada que ver.

Sobre amistad, viajes iniciáticos, literatura, precariedad laboral, veganismo, solidaridad. Hachemi refleja su propia experiencia como jornalero del horror de la industria alimentaria. El libro se abre con Munir y tres amigos viajando en coche hacia el sur de Francia, donde pretenden curtirse como jornaleros en la vendimia veraniega. Son jóvenes, y este va a ser su primer trabajo. Tienen ganas de quitarse de encima la piel de la adolescencia y lucir el pelaje de hombre, de jornalero, de macho. Todos tienen ínfulas más o menos artísticas, y quieren curtirse en la vida, ganar experiencia, sacarse un sueldo mínimo… Empezar a vivir.

Pero, al llegar a su destino, Aire sur l’Adour, resulta que no hay vendimia en la que trabajar. Aunque, por suerte, hay otras opciones… Los cuatro chavales no tardan en descubrir que esas otras opciones consisten en hacer las tareas que nadie quiere hacer dentro de la industria alimentaria, ya sea con animales o con plantas. Primero, la duda. Después, la desazón. Al final, el asco.

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