vendredi 6 août 2021

El teléfono del viento N. Suwa

 Japón, 2020. Título original: 風の電話 [Kaze no denwa]. Dirección: Nobuhiro Suwa. Guion: Kyoko Inukai, Nobuhiro Suwa. Fotografía: Takahiro Haibara. Música: Hiroko Sebu. Reparto: Serena Motola, Hidetoshi Nishijima, Toshiyuki Nishida, Tomokazu Miura, Makiko Watanabe, Mirai Yamamoto, Fusako Urabe, Shoko Ikezu, Kei Ishibashi, Atsushi Shinohara, Yasuko Beppu. Duración: 139 minutos.

El teléfono del viento, séptimo largometraje de Suwa, se enfrenta al gran trauma nacional del Japón contemporáneo: el desastre de Tohoku. Suwa traba su acercamiento a partir del viaje de una protagonista huérfana: Haru (Serena Motola), una adolescente que perdió a sus padres y su hermano en el tsunami. Todas las escenas de El teléfono del viento están improvisadas, filmadas en localizaciones reales, y muchas se nutren de encuentros con personajes auténticos que Suwa incorpora al relato. El caso más llamativo es la pequeña comunidad de kurdos con la que Haru se cruza en Tokio: el director concede una pausa al avance para, simplemente, dar voz y rostro a sus problemas como refugiados en Japón.

Podríamos decir, entonces, que El teléfono del viento hereda unas formas y una narrativa fílmica muy concretas para abordar el trauma nacional. Por si fuera poco, Suwa se preocupa también por establecer filiaciones entre los desastres de 1945 y 2011. En este sentido, el periplo de Haru parte de Hiroshima y tiene como destino el pueblo de Otsuchi, destrozado por el tsunami. El itinerario conecta los dos puntos del viaje y los dos traumas nacionales y, en perfecta concomitancia, el director emplea un recurso de circularidad que reitera el tropo de las ruinas —y con esto incidimos en las conexiones con Children of the Beehive—. Dos escenas, una inicial filmada en Hiroshima y una cerca del final sita en Otsuchi, donde las huellas de la pérdida hacen que Haru estalle desconsolada. Si ponemos tres fotogramas de las dos escenas en paralelo, la ligazón entre ambas resulta evidente:

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