El arte como laberinto G. Pérez Villalta
En esta antología atípica, la más amplia individual dedicada al autor
gaditano Pérez Villalta (Tarifa, Cádiz, 1948) hasta ahora en Madrid, encontraremos algunas de las obras que
lo convirtieron en precursor de la renovación de nuestra pintura que
acaeció en los ochenta y lienzos en los que la huella de sus estudios de
arquitectura inacabados es más que patente, en forma de análisis de la
representación del espacio y del vacío, de la presencia de la luz en
interiores, de los juegos perspectívicos y la geometría. El artista ha partido del estudio
geométrico del edificio donde se ubica la sala, ha levantado un laberinto
que convierte Alcalá 31 en un recorrido lleno de fracturas, muros
cruzados y callejones sin salida, que obligan al espectador a
enfrentarse a sus trabajos de manera poco habitual en nuestros días,
perdiéndose entre ellos. El resultado ofrece un continuo sucederse de encuentros en los que la
cronología o las temáticas se reemplazan por otro orden menos evidente. Se pueden ver desde obras tempranas de los setenta hasta otras de este mismo año, pero también muebles, joyas y maquetas.
Transita Villalta con una fluidez natural entre la iconografía clásica y la actual; su influencia manierista y barroca (cuerpos y luces complejos) se sitúa sobre todo en su producción de los setenta y los ochenta; tras un viaje a Italia que resultaría decisivo, se acercó a un clasicismo más austero en los noventa y el arabesco y la curva, con ecos tanto rococós como modernistas y surrealistas, marcan su producción de los inicios de este siglo. En sus trabajos más recientes, la observación geométrica se ha hecho más rigurosa y la paleta cromática ha ganado sobriedad; optando por servirse de mezclas en lugar de utilizar colores puros. Podría parecer, a veces, que algunas de esas pinturas últimas son monocromáticas, pero no es así.
Transita Villalta con una fluidez natural entre la iconografía clásica y la actual; su influencia manierista y barroca (cuerpos y luces complejos) se sitúa sobre todo en su producción de los setenta y los ochenta; tras un viaje a Italia que resultaría decisivo, se acercó a un clasicismo más austero en los noventa y el arabesco y la curva, con ecos tanto rococós como modernistas y surrealistas, marcan su producción de los inicios de este siglo. En sus trabajos más recientes, la observación geométrica se ha hecho más rigurosa y la paleta cromática ha ganado sobriedad; optando por servirse de mezclas en lugar de utilizar colores puros. Podría parecer, a veces, que algunas de esas pinturas últimas son monocromáticas, pero no es así.
Sorprende y seduce. Mucho público.
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