lundi 30 novembre 2020

El mapa de los afectos A. Merino

 Escondía sus tesoros en el bosque, dentro del hueco de un tronco del que salía una gran rama a la que solía subir en su infancia para contemplar el horizonte o espiar a los cazadores que se adentraban en esa espesura de árboles entrelazados. Algunas veces, al volver a casa se cruzaba con los últimos cazadores del día y en más de una ocasión le habían regañado: "Chaval, ¿de dónde sales? Ten cuidado y no andes solo por ahí, que un día vamos a tener un disgusto".

A Samuel no le intimidaban esas amenazas, los cazadores nunca pasaban demasiado cerca de su árbol. El se sentía seguro abrazado abrazado a aquel tronco grueso de ramas anchas y frondosas. Era su lugar favorito, su observatorio de estrellas en verano y su rincón de rabia en invierno.

El mapa de los afectos no se apoya tanto en una intriga dominante sino en el vivir cotidiano o la intrahistoria, surcado de minúsculos aconteceres y vivencias, y sobre todo en ese mundo interior de las emociones y sentimientos de todo tipo, que propicia quizá las secuencias más valiosas del libro, al narrar sueños y temores y obsesiones, o al abordar el tema de la muerte, muy recurrente.

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