Lee Friedlander
La exposición son seis décadas de trabajo. Empieza con una sala dedicada a los discos de jazz. Retratos frontales, picados, recreando la fuerte iluminación cenital que convertía a los músicos en dioses. Quizás es su mayor contribución al mundo del color. Luego vemos su trabajo en los años sesenta. Sus fuentes son, como en la mayoría de las ocasiones, Walker Evans y Robert Frank. Pero como los buenos creadores no es una copia. Crea un estilo propio en el que empieza a fotografiar lo banal para transformarlo en arte. Desde la serie Little Screens donde convierte a la incipiente televisión en un elemento más de la sociedad. Fotografía el aparato en habitaciones vacías, siempre encendida y con un rostro en el interior. Hasta Walker Evans comentó para Harper´s Bazaar la serie de un fotógrafo que hasta entonces solo vivía de las portadas de discos. En la década de los setenta y los ochenta suaviza su estilo, las copias bajan el contraste y ganan una gama de grises inmensa. Es el momento de uno de sus libros más celebrados, The american monument, donde plasma como nunca se ha visto los monumentos de su país. O Factory Valleys, donde plasmó la vida de los trabajadores. Huye de la perfección y fotografía como respira. Pueden ser el resultado de lo primero que ve al mirar, lejos de los encuadres donde se busca más la perfección del monumento más que su integración con el entorno. No se trata de sacarlos bonitos, sino reales.
Fredlander tiene ahora 86 años y sigue haciendo fotos todos los días. "Si pudiera, estaría fuera disparando todo el tiempo. No hay que ir en busca de las fotografías. Sales y las fotografías te están mirando fijamente."
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