jeudi 3 septembre 2020

El caminante J.Taniguchi

 

Hoy en día, ¿quién se toma el tiempo de trepar a un árbol para recuperar un juguete extraviado? ¿De quedarse mirando volar a los pájaros, de saltar los charcos después de una lluvia? ¿O de bajar a la playa para devolver una concha? El Caminante nos invita a acompañarle en sus paseos, a menudo tranquilos y solitarios, y disfrutar de los placeres que procuran sus andanzas por su barrio.

Tamiguchi pone a prueba nuestros sentidos. Sentimos la lluvia resbalar por nuestra cara, el sol del verano golpea nuestras caras, el alivio de la sombra en un día caluroso. Olemos el salitre cuando el protagonista visite la playa, y nos sentiremos reconfortados con cada regreso al hogar. Los paseos de ‘El Caminante’ son pura paz, refugio para el alma. Tamiguchi construye a base de poesía de lo cotidiano un fabuloso lugar al que regresar en forma de cómic. Cada vez que las tribulaciones del mundanal ruido azoten nuestra tranquilidad, ‘El Caminante’ nos abre un pequeño lugar en el mundo en el que descansar, aunque sea de papel.

La sencillez narrativa no esconde el portentoso despliegue de recursos por parte de Tamiguchi, que evita que ‘El Caminante’ caiga en la rutina o el aburrimiento, puesto que la repetición del esquema básico de la obra es, al mismo tiempo, su gran triunfo y su potencial peligro. Por suerte, cada paso de este caminante es una sorpresa, un encuentro, un descubrimiento o compartir algo íntimo con el paseante protagonista. Para que todo esto sea efectivo y real, Tamiguchi construye un mundo visual hermoso, lleno de contrastes, donde lugares casi mágicos comparten espacio con la fealdad de urbana.


 

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