Viaje de Egeria
Reanudando nuestra expedición, llegamos a un paraje en el que las montañas por entre las cuales discurríamos se abrían y configuraban un valle dilatado, completamente alisado y sumamente placentero. Al fondo de la vaguada se erguía el monte santo de Dios, el Sinaí. El lugar donde los montes se apartaban se halla contiguo al enclave en que se encuentran las "Tumbas de la Concupiscencia". Cuando se llega a este punto, es costumbre, según nos previnieron los venerables guías que nos acompañaban, que quienes lo alcanzan, y divisan desde allí por vez primera el monte santo de Dios, se recojan en oración. Eso es lo que nosotros hicimos. Habría desde este lugar hasta el monte de Dios unas cuatro millas, pues ya dije que se trata de un valle espacioso.
El relato de viajes más antiguo en nuestro país del que se tiene noticia
fue escrito por una mujer. Lo habría redactado en el siglo IV una dama
gallega llamada Egeria en forma de cartas dirigidas a sus amigas. Aún
hoy, lo que se conserva de este fatigoso viaje de peregrinación a
Tierra Santa no ha perdido ni la frescura ni el valor testimonial que
supuso tan largo periplo en las postrimerías del Imperio Romano, vivido y
relatado desde la perspectiva de una mujer singular, curiosa y
decidida. A través de la Vía Domitia, la autora recorre Constantinopla y
los escenarios bíblicos de Jerusalén, Egipto, el Sinaí y Mesopotamia,
tomando nota e interesándose por todo lo que ve. Carlos Pascual se ocupa
de la traducción de esas cartas, así como de la introducción, notas y
bibliografía de esta Peregrinatio o Itinerarium, un texto redactado en
el siglo IV, copiado en el siglo XI por un monje de la abadía de
Montecasino y recuperado felizmente a finales del siglo XIX.
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