vendredi 23 mars 2018

Viaje de Egeria

Reanudando nuestra expedición, llegamos a un paraje en el que las montañas por entre las cuales discurríamos se abrían y configuraban un valle dilatado, completamente alisado y sumamente placentero. Al fondo de la vaguada se erguía el monte  santo de Dios, el Sinaí. El lugar donde los montes se apartaban se halla contiguo al enclave en que se encuentran las "Tumbas de la Concupiscencia". Cuando se llega a este punto, es costumbre, según nos previnieron los venerables guías que nos acompañaban, que quienes lo alcanzan, y divisan desde allí por vez primera el monte santo de Dios, se recojan en oración. Eso es lo que nosotros hicimos. Habría desde este lugar hasta el monte de Dios unas cuatro millas, pues ya dije que se trata de un valle espacioso.
El relato de viajes más antiguo en nuestro país del que se tiene noticia fue escrito por una mujer. Lo habría redactado en el siglo IV una dama gallega llamada Egeria en forma de cartas dirigidas a sus amigas. Aún hoy, lo que se conserva de este fatigoso viaje de peregrinación a Tierra Santa no ha perdido ni la frescura ni el valor testimonial que supuso tan largo periplo en las postrimerías del Imperio Romano, vivido y relatado desde la perspectiva de una mujer singular, curiosa y decidida. A través de la Vía Domitia, la autora recorre Constantinopla y los escenarios bíblicos de Jerusalén, Egipto, el Sinaí y Mesopotamia, tomando nota e interesándose por todo lo que ve. Carlos Pascual se ocupa de la traducción de esas cartas, así como de la introducción, notas y bibliografía de esta Peregrinatio o Itinerarium, un texto redactado en el siglo IV, copiado en el siglo XI por un monje de la abadía de Montecasino y recuperado felizmente a finales del siglo XIX.

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