Tartufo,el impostor.
Autor:
Molière. Versión: Pedro Víllora. Dirección y espacio escénico: José
Gómez-Friha. Teatro Fernán Gómez. Madrid
Muchos problemas le dio a Molière
«Tartufo o el impostor» desde su estreno en 1664 hasta que Luis XIV
autorizó su representación tras un purgatorio de cinco años. Su denuncia
de la virtud fingida hizo sentirse aludidos a
personajes influyentes que dificultaron cuanto pudieron la difusión de
una comedia en la que con tanta eficacia está perfilado el prototipo de hombre hipócrita y falso,
que el diccionario de la RAE recoge con esa definición y como
sustantivo el nombre de su protagonista, convertido también en arquetipo
escénico. Puesta en escena imaginativa, con frecuentes guiños metateatrales concebido para potenciar el juego actoral y subrayar el carácter de farsa de la función, aspecto este en el que brilla Vicente León, en su doble cometido de Orgón y madame Pernelle. Frente a él, la Dorina de Esther Isla, que encarna con admirable energía e intención a esta criada de rompe y rasga. Imponente el Tartufo de Rubén Ochandiano, que resulta ominoso en su calma sin pasarse en la untuosidad; bien matizada la Elmira de Marián Aguilera y encantadores y en su punto de vehemencia juvenil la pareja de enamorados que componen Nüll García e Ignacio Jiménez. Mención especial para el vestuario de Sara Roma, que agrupa a los personajes en dos bandos cromáticos: granates para los tartufistas y azul marino y verde lima para el resto. Incómoda la sala.
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