Yo, Feuerbach Tankred Dorst
Casablanc se enfrenta a un casi-monólogo en el
que interpreta a un personaje muy particular. Un actor, una vieja gloria
venida a menos, que se presenta a una prueba 7 años después de haber
actuado por última vez. Asustado y dolido por su humillante condición –
hacer una prueba parece aquí un castigo divino-, el personaje se refugia
bajo su ego -el título ya lo adelanta- y su conocimiento teórico como
método autodefensivo. Con este papel, Casablanc hace gala de un gran
abanico de registros y de una energía in creciendo impresionante.
El antagonista que está con él sobre
escena es el ayudante del director, un personaje interpretado por Samuel
Viyuela González y al que le faltan tablas.
Hay algunos momentos de la obra que no terminan de comprenderse por
su forzada actuación, con un poquito más de naturalidad se conseguiría
que la escena fluyera mejor y que los hechos tuvieran la importancia
justa.
Hay cosas que se quedan en el tintero
como, por ejemplo, no termina de comprenderse qué es lo que ocurre con
el director teatral, un personaje que nunca aparece en escena y al que
se le menciona en un momento concreto de furia desatada pero que el tema
se queda ahí, en el limbo, sin que el público comprenda lo que
realmente ocurre.
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