El lector de Julio Verne A.Grandes
La gente dice que en Andalucía siempre hace buen tiempo, pero en mi pueblo, en invierno, nos moríamos de frío.
Antes que la nieve, y a traición, llegaba el hielo. Cuando los días todavía eran largos, cuando el sol de mediodía aún calentaba y bajábamos al río a jugar por las tardes, el aire se afilaba de pronto y se volvía más limpio, y luego viento, un viento tan cruel y delicado como si estuviera hecho de cristal, un cristal aéreo y transparente que bajaba silbando de la sierra sin levantar el polvo de las calles. Entoncés, en la frontera de cualquier noche de octubre, noviembre con suerte, el viento nos alcanzaba antes de volver a casa, y sabíamos que lo bueno se había acabado.
Las personas son importantes, el paisaje y el tiempo también en esta novela que transcurre en los años 1948-49 en la Sierra sur de Jaén, con rojos perseguidos, maquís, cadaveres, viudas, silencios y cuartel de la Guardia Civil que sorprende. Recomendable.
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