Los enamoramientos J.Marías
La última vez que vi a Miguel Desvern o Deverne fue también la última que
lo vio su mujer, Luisa, lo cual no dejó de ser extraño y quizá injusto, ya que
ella era eso, su mujer, y yo era en cambio una desconocida y jamás había
cruzado con él una palabra. Ni siquiera sabía su nombre, lo supe sólo cuando ya
era tarde, cuando apareció su foto en el periódico, apuñalado y medio
descamisado y a punto de convertirse en un muerto, si es que no lo era ya para
su propia conciencia ausente que nunca volvió a presentarse : lo último de lo
que se debió de dar cuenta fue de que lo acuchillaban por confusión y sin causa,
es decir, imbécilmente, y además una y otra vez, sin salvación, no una sola,
con voluntad de suprimirlo del mundo y echarlo sin dilación de la tierra, allí y
entonces. Tarde para qué, me pregunto.
María contempla
cada mañana una pareja que desayuna en la misma cafetería, simbolizan la pareja
ideal, son guapos, ricos y están enamorados.
Forman parte de su normalidad que se trunca un día. Algunos días más
tarde, por casualidad, se entera del drama, de la muerte absurda del marido. ¿Casual?
¿ Accidente? María se acerca a Luisa, la mujer de Miguel, se convierte en su
confidente por un día y conoce a Javier, el mejor amigo del muerto.
Reflexión sobre
la muerte, la culpa, le cobardía, los enamoramientos que te roban la voluntad,
El azar buscado, el olvido al que están condenados los muertos, la vida que
empuja al olvido. En medio el Coronel Chabert dado por muerto y que reaparece
pretendiendo recuperar un lugar que perdió.
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