Retrato de un hombre inmaduro L.Landero
¿Qué si me había dormido? No, qué va, cómo me iba a dormir.
Estaba acordándome, no sé por qué, de un anuncio que leí hace unos años
mientras hacía cola en la panadería de Lucas. Decía así: “Impedido, Óskar,
silla de ruedas a motor, ultraligera, con sube bordillos, solicita asistente
para manifestación guerra de Irak”, y un número de móvil. Medía cuartilla mal
rasgada de un cuaderno escolar, prendida con una chincheta en el panel de
corcho y escrita con torpe y concienzuda caligrafía infantil.
Y recuerdo que al leer esas líneas, de repente sentí la
llamada, la dulce e imperiosa llamada d e la virtud, y el placer anticipado de
convertirme en un hombre ejemplar.
La última noche en el hospital de un hombre que va a morir,
sus recuerdos anécdotas, parte de su vida en suma. Desigual.
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