Aguas heladas G.Klönne
En un primer momento sólo siente miedo. Abre los ojos y ve, a la luz mortecina del alba, la habitación que tan bien conoce. Permanece un rato tumbada, escuchando el cortejo nupcial y el alboroto de los mirlos ante su ventana, despues piensa en Barrabás, y su fatigado cuerpo se tensa al aguzar el oído. Vieja tonta, temes por tu perro como otras temen por un hombre, se reprende. Pero sólo cuando se ha convencido de que ese sordo roce en el suelo apenas perceptible es la respiración de Barrabás reúne el valor para incorporarse.
Mantiene el suspense hasta el final, desde tres escenarios los personajes van encajando en el puzzle.
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