El contador de historias de R. Alameddine
Escuchad! Dejad que sea vuestro dios. Dejad que os guíe en un viaje hacia los confines de la imaginación. Dejad que os cuente una historia.
Hace mucho, mucho tiempo, en una tierra remota vivía un emir en una hermosa ciudad, una ciudad verde llena de árboles y de exquisitas fuentes burbujeantes cuyo susurro arrullaba a los ciudadanos por las noches. Puede decirse que el emir tenía todo cuanto un hombre puede desear, a excepción de lo que más anhelaba su corazón: un hijo varón. Gozaba de riquezas, heredadas y logradas. Gozaba de buena salud y una dentadura fuerte. Gozaba de estatus, encanto, respeto. Gozaba de la adoración de su preciosa esposa y de la admiración de su pueblo. Tenía un pedicuro experto. Llevaba veinte años de matrimonio y doce hijas, pero ningún varón. ¿Qué podía hacer?
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