El cerebro de Kennedy H.Mankell
Henrik vivía en la tranquila calle de Tavastgatan, apartada de las más transitadas del barrio de Söder. Marcó el código de la puerta prguntándose si seguiría siendo el mismo que la última vez, la fecha de la batalla de Hastings, 1066. la puerta se abrió. Henrik vivía en la última planta del edificio y, desde sus ventanas, divisaba los tejados de las casas y las torres de las iglesias. Además, el joven le había contado, para horror de su madre, que si se dedicaba a fhace equilibrios por la delgada barandilla de una de sus ventanas, podía entrever las aguas del Strömmen.
Llamó al timbre dos veces. Después abrió la puerta. Notó que el apartamento olía a cerrado.
En ese preciso momento, sintió miedo. Allí había algo raro. Contuvo la respiración y aguzó el oído. Desde el vestíbulo se veía la cocina. "Aquí no hay nadie", se animó. Dijo en voz alta que ya había llegado, pero nadie respondió. Desapareció el temor. Se quitó el abrigo y los zapatos. No había ninguna carta ni ningún folleto publicitario en el suelo del vestíbulo, de lo que dedujó que Henrik no se había ido de viaje. Se dirigió a la cocina. El fregadero estaba vacio. La sala de estar aparecía en un orden inusual y el escritorio estaba despejado. Abrió entonces la puerta del dormitorio.