mardi 28 juillet 2009

Asesinos sin rostro de Henning Mankell

La llamada telefónica fue registrada en la comisaría de Ystad a las 5.13. La recibió un policía exhausto que había estado de guardia casi sin interrupción desde la Nochevieja. Oyó la voz entrecortada en el teléfono y pensó que era un viejo trastornado. Pero algo llamó su atención. Empezó a hacerle preguntas. Cuando terminó, pensó un momento antes de levantar el auricular de nuevo y marcar el numero que sabía de memoria.
Kurt Wallander dormía. La noche anterior se había quedado escuchando hasta una hora muy avanzada las grabaciones de Maria Callas que un buen amigo le había enviado desde Bulgaria. Una y otra vez había vuelto a su Traviata, y cuando se fue a dormir casi eran las dos.

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