La nochevieja de Montalbano A. Camilleri
-¿Hablo en persona personalmente con el comisario Montalbano?
Aquella mañana no estaba el horno para bollos. Soplaba una tramontana que había puesto muy nervioso a Montalbano, el cual, por si fuera poco, la víspera había tenido una pelea telefónica con Livia.
-Cataré, no me toques los cojones. ¿Qué pasa?
-Pasa que el señor Bricuccio ha disparado.
Santo cielo, ¿el cornudo complaciente se había despertado, como temía Augello?
-¿Contra quién ha disparado, Catarè?
-Contra uno que lo tengo escrito aquí, dottori. Ah, sí, se llama Carlo Manifò.
-¿Lo ha matado?
-No, señor. Por suerte, le tembló la manoy le dió en el hueso pizziddro.
¿El hueso pizziddro?
En aquel momento, Montalbano no recordaba la anatomía dialectal.
-¿Y dónde está el hueso pizziddro?
-El hueso pizziddro, dottori, está justamente donde está el hueso pizziddro.
Le estaba bien empleado. ¿por qué le hacía semejantes preguntas a Catarella?
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