El terror de 1824 B. Pérez Galdós
En la tarde del 2 de octubre de 1823 un anciano bajaba con paso tan precipitado como inseguro por las afueras de la puerta de Toledo en dirección al puente del mismo nombre. Llovía menudamente, pero sin cesar, según la usanza del hermoso cielo de Madrid cuando se enturbia, y la ronda podía competir en lodos con su vecino Manzanares, el cual hinchándose como la madera cuando se moja, extendía su saliva fangosa por gran parte del cauce que le permiten los inviernos. El anciano transeúnte marchaba con pie resuelto, sin que le causara estorbo la lluvia, con el pantalón recogido hasta la pantorrilla y chapoteando sin embarazo en el lodo con las desfiguradas botas. Iba estrechamente forrado, como tizona en vaina, en añoso gabán oscuro, cuyo borde y solapa se sujetaban con alfileres allí donde no había botones, y con los agarrotados dedos en la parte del pecho, como la más necesitada de defensa contra la humedad y el frío.
El título hace alusión a las persecuciones, detenciones y ejecuciones que Fernando VII de España llevó a cabo tras la restauración absolutista. Consumada la intervención de los Cien mil hijos de San Luis y la derrota liberal, Galdós describe el comienzo de la Década Ominosa, recogiendo pasajes de la brutal represión sufrida por el bando liberal y la ejecución de Rafael del Riego, ahorcado y decapitado en la plaza de la Cebada el 7 de noviembre de 1823 como medida ejemplificadora, entre los insultos de una población madrileña que tres años antes le había aclamado. El discurso histórico –y su aderezo literario–, aparece una vez más entramado en las peripecias de algunos personajes de esta segunda serie, como Benigno Cordero, Patricio Sarmiento y dos mujeres, Soledad (“Sola” o “Solita”), hija de Gil de la Cuadra, y Jenara Baraona (esposa de Carlos ‘Garrote’), y el final trágico que tendrán algunos de ellos.