Los Diablos de Luzón
Estos personajes del Carnaval, que siempre van acompañados por unas sigilosas y recatadas Mascaritas, tienen un origen ancestral que ha pasado de generación en generación y, aunque la tradición se perdió como consecuencia de los movimientos migratorios hacia las ciudades, fue recuperada en el año 1990. Cuenta la leyenda que “en la paramera, una vez al año, los Diablos abandonan el vientre de la Madre Tierra, a través de una grieta que nadie conoce y un estruendo de cencerros anuncia a vecinos y forasteros la llegada de los portadores de un misterio ancestral”. Los Diablos de Luzón son, sin lugar a dudas, la manifestación más singular y antigua del Carnaval de la provincia de Guadalajara: Un legado que ha ido pasando de generación en generación, entre los vecinos de este pequeño municipio enclavado en la comarca de Molina de Aragón y el Alto Tajo, en el límite con la provincia de Soria.
Sea como fuere, los Diablos de Luzón, se levantan como un auténtico símbolo de identidad para los vecinos de esta localidad, que apenas suma 64 habitantes, según los últimos datos del Padrón, en una comarca con menos de dos almas por kilómetros cuadrado. Los expertos recomiendan a los neofitos visitantes que no corran, “porque si se corre, los Diablos se enfadan más y al que cojan, lo dejan perdido, mientras que al que se queda parado, normalmente, le tiznan sólo un poco la cara”.
A estos personajes se les atribuye un origen prehistórico, quizá relacionado con los rituales paganos de los celtíberos que poblaban estas parameras molinesas. Los carnavales son fiestas muy relacionadas con el fin de la siembra de invierno, el equinocio de primavera y la fertilidad de un nuevo ciclo y, según el investigador, en el pasado este tipo de personajes eran considerados como una “especie de magos, intermediarios entre los dioses y la naturaleza y las personas” que tenían el papel de propiciar "la fecundidad de la tierra -magna mater.- y de las mujeres”
Sea como fuere, los Diablos de Luzón, se levantan como un auténtico símbolo de identidad para los vecinos de esta localidad, que apenas suma 64 habitantes, según los últimos datos del Padrón, en una comarca con menos de dos almas por kilómetros cuadrado. Los expertos recomiendan a los neofitos visitantes que no corran, “porque si se corre, los Diablos se enfadan más y al que cojan, lo dejan perdido, mientras que al que se queda parado, normalmente, le tiznan sólo un poco la cara”.
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